lunes, 24 de febrero de 2025
Caricias perdidas
Aún conservo el recuerdo de un compañerito en primaria que lloraba porque decía que su mamá lo golpearía por desaprobar la práctica que habían entregado esa mañana. Nos paramos alrededor de él y entre todos acariciamos su cabeza, rostro y hombros intentando consolarlo, secando sus lágrimas, incluso una niña tomó su mano. Era un grupo de niños que ante la tristeza del compañero respondieron con lo mejor que creían que podían hacer: acariciarlo y darle calma.
Me emociona recordar aquella mañana en la que tratamos de consolar con nuestras manos.
Cuando trabajé en las escuelas vi cómo es que los niños, en especial los pequeños no guardan para sí el remedio sanador del contacto físico, es más lo comparten y reparten, saben que no se agota, es gratis y son felices de darlo.
Se sabe del valor que aporta el contacto a la felicidad del ser humano, el contacto físico nos conecta de inmediato con nuestra parte afectiva, nos da un sentido de conexión con los demás y nos ofrece un bálsamo de seguridad, en conclusión, el contacto físico, es tremendamente positivo. Si conocemos esta serie de ventajas sobre el contacto físico por qué es que cuando crecemos vamos abandonándolo restringiéndolo solo a la pareja, y que incluso la vida cotidiana y sus prisas llega a enfriarlo también ahí.
Hace unos años encontré una manera de prescindir de la buena disposición de los demás para el contacto físico y los abrazos. Llegó a mí una perrita negra que su disposición al abrazo se desarrollo de manera inversa a la que hacen los humanos: ella al ir envejeciendo amaba más los abrazos, y yo amaba más dárselos.
Digo abrazos por englobar la idea, pero la verdad que ese contacto físico incluía rascaditas diversas de lomo, cabeza, panza, rascadita de cuerpo entero como quien toca el piano de agudas a graves y de graves a agudas, abrazo de oso, apretón mañucón, abrazo con beso en la cabeza, abrazo con canciones, y en sí una serie de abrazos creativos que cambiaban según los estados de ánimo.
Chita me acompañó por casi 14 años y entre tantas otras cosas fue mi partner del abrazo, del contacto; nos buscábamos y nos apachurrábamos. He perdido a mi partner del abrazo, su disponibilidad acabó, se agotaron los abrazos locos, las canciones inventadas al vuelo, las huachaferías celebradas con euforia, se acabó mi tiempo de contacto con ella.
Corresponde recoger recuerdos y sanar la partida. La necesidad sigue siendo la misma, puesto que fui una adulta que preservó con artilugio canino su deseo de amor en el contacto pleno.
Ignoro cómo son otros planos, se dicen muchas cosas sobre las que en realidad no sé nada, pero si fuera posible le haría llegar una apachurrada con beso en la cabeza y lo coronaría con canción. Te quiero Chita, te voy a echar de menos.
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Lo que nadie cuenta, el amor de nuestras mascotas y su dulce compañía.
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