jueves, 27 de mayo de 2010

Seguimos andando, seguimos buscando

La semana pasada me reuní con un viejo y querido amigo del colegio, la buena charla como aquellos años colegiales fluyó y nuevamente su conversación me generó un sinnúmero de reflexiones. Él comentaba el caso de un amigo suyo que tras atravesar por una situación bastante dura y tal vez extrema, decidió terminar con todo: abandonó el hogar familiar, dejó el empleo al que se veía atado y así cortó con todo aquello que lo estresaba y hacía desdichado. En buen cristiano mandó todo a rodar y se confrontó consigo mismo obteniendo como resultado (luego de varios meses de aprendizaje y rectificaciones, por supuesto) verse feliz, alejado del ambiente familiar que era bastante hostil, ganando dinero dibujando que es lo disfrutaba hacer y coronando toda aquella dicha había sido bendecido con un buen amor.
Aunque celebré aquel desenlace, le observé que se trataba de alguien llevado al límite de su tolerancia y que en estas circunstancias se pueden tomar algunas decisiones que si son comandadas por la ética personal siempre conducen a buen puerto. No obstante estos son los casos menos frecuentes, la mayoría funciona sin cuestionarse nada y transita por caminos dejados por otros (lo que se espera que hagamos) y no se atreve a descubrir ni menos abrir su verdadero sendero.
El cuestionarse no es como muchos creen una muestra de debilidad, antes bien es una manera de acomodar, más bien reacomodar y saber si estamos haciendo lo que nos hace feliz. Y es que hacer lo que amamos y dedicarle a ello nuestra dedicación y esfuerzo garantiza el éxito, que no está determinado por el exterior sino que debe ser experimentado desde nuestro interior como una congruencia entre nuestra pasión, inteligencia y talento.
Sin temor a despeinarnos volvamos sobre nuestra vida. A veces hay que dar un paso atrás para virar y seguir dando pasos hacia adelante.

jueves, 22 de abril de 2010

Cuando ya no sabemos qué queremos

Dedicamos nuestro tiempo a las actividades diarias como el trabajo, el estudio, la familia, etc.; en muchas ocasiones conseguimos alcanzar éxito en estas tareas sin embargo experimentamos a pesar de todos nuestros éxitos y logros una sensación de desazón y tristeza que en sí misma nos apena por no responder a ninguna causa en especial. Como una especie de sensación de insatisfacción que habita en nosotros y que si bien no nos paraliza si nos aleja de lo que concebimos por plenitud.
Aquella “insatisfacción” lejos de abatirnos debe ser una invitación a cuestionar nuestra propia vida y cómo la hemos venido llevando hasta ahora. Creemos que realizando aquellas tareas, estudio trabajo, familia, etc., que se espera de nosotros aseguraremos nuestra felicidad (con mucho nos asegura de permanecer insertados en lo social) no obstante no necesariamente encontraremos en su cumplimiento algo que nos distinga y responda por nuestro ser.
Me pregunto constantemente por qué existe ahora una mayor tendencia y valoración del mundo interior. El hombre ha probado ser capaz de conseguir todo aquello que se proponga, las crisis económicas se superan cada vez más pronto, la tecnología no cesa un instante y no lo hará. El piloto automático parece activado y sólo seguimos alimentando y alimentándonos de ansiedad, vamos por más y más. Es tal vez momento de detenernos y cuestionar esta insatisfacción que habita en muchos de nosotros, dejar de ignorar que además de ser profesionales súper exitosos, hombres de ciencia, o lo que fuere, somos en esencia seres naturales y espirituales.
Es un momento de retorno, un retorno consciente y sincero a ser quienes en verdad somos. Ocuparnos de nosotros mismos no es en absoluto inútil, tal vez sólo así podamos disfrutar verdaderamente de todo aquello que como seres sociales nos proveemos. Apostemos por nosotros mismos. Seguir el flujo natural jamás será en vano todo lo contrario, mas es en vano seguir alimentando nuestros juicios y nuestro ego que nos alejan incluso del disfrute de aquello por lo que tanto nos esforzamos.

lunes, 29 de marzo de 2010

Un comercial y regreso

No importa cuántas veces detengamos la marcha para reevaluar, meditar o reflexionar sobre distintos aspectos de nuestra vida, lo más importante es volver y cada vez que esto suceda lo hagamos con el propósito de ser mejores.
La vida tal como la conocemos conlleva dolor, un dolor inherente del que no podemos librarnos, lo que sí podemos hacer es añadir a nuestros días un poco más de conciencia que nos permita discernir lo disonante de lo esencial.
El ser humano tropieza continuamente con el producto de sus propios pensamientos y acciones (cosechamos lo que sembramos), muchos de ellos son desagradables, en ocasiones muy dolorosos, esto lejos de desanimarnos debe ser observado como una posibilidad de conseguir una mejor manera de vivir. Incluso en el dolor hay una enseñanza, una posibilidad. Sólo nos queda aceptar, no oponernos a la realidad y tramitar el dolor, ansiedad, frustración, lo que fuere y después de eso (pues es preciso siempre dar espacio y respiros) debemos retomar la marcha. Nunca nos irá mal si lo hacemos con serenidad, amor y confianza.

martes, 16 de marzo de 2010

A mi favor

Metafísica, ley de atracción, el poder de la mente, son algunos de los conceptos que ahora muchos manejan y que con diligencia practican algunos. Dice la ley de atracción, por ejemplo, que somos capaces de conseguir todo aquello que anhelemos tan sólo si lo declaramos, deseándolo fuertemente (unión del pensamiento con la emoción correspondiente).
Yo no dudo del poder de la mente, pero sí reconozco la dificultad para domar a aquel mono saltarín. La mente es la herramienta más poderosa pero también la más ingobernable y aunque no esencialmente, es también perjudicial. Observamos sus efectos nocivos en el día a día, aquellos agobios mentales, culpas, vergüenzas y demás que nos roban la concentración más de una vez al día.
Tenemos la capacidad de conseguir la iluminación y por ende cualquier realidad imaginable. No obstante dominar la mente es una tarea ardua, no para inocentes, inconstantes o dejados. Dominar la mente exige dejar de vivir en la ignorancia y en principio y, lo más importante, vivir en vigilancia constante de la mente (para así detectar pensamientos negativos o derrotistas por ejemplo).
Muchos de los sufrimientos, entre bloqueos, inhibiciones, síntomas cualesquiera obedecen de alguna manera a registros en el cuerpo que se originaron en la mente al juzgar determinada situación siempre en nuestro perjuicio. Así es el ser humano.
La conciencia nos despierta de la ignorancia y de la esclavitud de nuestras pasiones que nos alejan de nuestros propósitos esenciales y que nos atan a patrones o círculos viciosos que parecen nunca acabar.
Para poder hacer uso de estas ideas, como la ley de atracción por ejemplo, que tanto interés ha despertado en los más codiciosos, exige dominio y claridad mental. Al encontrarse con aquello verán que lejos de desear un auto del año o una casa de playa, añadirán al día a día paz en todos los sentidos, con la familia, el trabajo, la pareja pero sobretodo con uno mismo.
La evolución no precisa seres con una cabeza extra o con siete centímetros más de estatura sino seres capaces de manejar la mente provechosamente y capaces de retornar a la nuestra naturaleza. Sin dejar de ser importantes el dinero, el conocimiento y las comodidades, no son estas lo más importante ni forma parte de nuestra esencia, ya que son necesidades creadas por el hombre. Lo esencial es el amor.