jueves, 27 de mayo de 2010

Seguimos andando, seguimos buscando

La semana pasada me reuní con un viejo y querido amigo del colegio, la buena charla como aquellos años colegiales fluyó y nuevamente su conversación me generó un sinnúmero de reflexiones. Él comentaba el caso de un amigo suyo que tras atravesar por una situación bastante dura y tal vez extrema, decidió terminar con todo: abandonó el hogar familiar, dejó el empleo al que se veía atado y así cortó con todo aquello que lo estresaba y hacía desdichado. En buen cristiano mandó todo a rodar y se confrontó consigo mismo obteniendo como resultado (luego de varios meses de aprendizaje y rectificaciones, por supuesto) verse feliz, alejado del ambiente familiar que era bastante hostil, ganando dinero dibujando que es lo disfrutaba hacer y coronando toda aquella dicha había sido bendecido con un buen amor.
Aunque celebré aquel desenlace, le observé que se trataba de alguien llevado al límite de su tolerancia y que en estas circunstancias se pueden tomar algunas decisiones que si son comandadas por la ética personal siempre conducen a buen puerto. No obstante estos son los casos menos frecuentes, la mayoría funciona sin cuestionarse nada y transita por caminos dejados por otros (lo que se espera que hagamos) y no se atreve a descubrir ni menos abrir su verdadero sendero.
El cuestionarse no es como muchos creen una muestra de debilidad, antes bien es una manera de acomodar, más bien reacomodar y saber si estamos haciendo lo que nos hace feliz. Y es que hacer lo que amamos y dedicarle a ello nuestra dedicación y esfuerzo garantiza el éxito, que no está determinado por el exterior sino que debe ser experimentado desde nuestro interior como una congruencia entre nuestra pasión, inteligencia y talento.
Sin temor a despeinarnos volvamos sobre nuestra vida. A veces hay que dar un paso atrás para virar y seguir dando pasos hacia adelante.